(El País, 31-10-2025) | Mercantil, civil y administrativo

La inflación volvió a acelerarse en octubre y subió una décima, situándose en el 3,1%, según el dato adelantado publicado este jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Si este porcentaje se confirma, sería el más alto del año -no se veía una cifra similar desde junio de 2024-, lo que refuerza la idea de que el proceso de contención de los precios atraviesa una fase de estancamiento. La inflación subyacente, que excluye los productos más volátiles como la energía y los alimentos frescos, también aumentó una décima, hasta el 2,5%, su nivel más elevado en lo que va de 2025, aunque sigue siendo inferior al índice general.

Tanto el Ministerio de Economía como el INE atribuyen el repunte, principalmente, al encarecimiento de la electricidad -más acusado que en el mismo mes del año anterior- y al aumento de los precios del transporte aéreo y ferroviario. Aun así, estos incrementos se vieron parcialmente compensados por la bajada del precio de los carburantes, consecuencia del abaratamiento del petróleo.

Con esta nueva subida, los precios acumulan ya cinco meses consecutivos de aceleración -si se exceptúa agosto, cuando el incremento fue del 2,7%, igual que en julio-. Las previsiones, sin embargo, apuntan a una moderación gradual tanto este año como el próximo. Será un proceso lento: como en una carrera de fondo, los últimos tramos resultan los más difíciles.

"El pronóstico es que la inflación cierre 2025 con una media del 2,5%", señala Miguel Cardoso, economista jefe de BBVA Research para España. "Los indicadores que anticipan la evolución futura de los precios y la tendencia de la inflación subyacente sugieren que la desaceleración continuará de forma paulatina en 2026, hasta alcanzar aproximadamente el 2,3%", añade.

Los datos se conocen un día después de que el INE publicara el crecimiento del PIB entre julio y septiembre: un 0,6%, cifra ligeramente inferior a la de trimestres previos, pero suficiente para mantener a España como uno de los países con mayor expansión económica de Europa. Todo apunta a que, por segundo año consecutivo, será la gran economía desarrollada que más crezca, algo destacable teniendo en cuenta el contexto internacional marcado por tensiones comerciales y una eurozona con un crecimiento débil. Hace apenas unas semanas, el Financial Times definía a España como "la principal economía de mayor crecimiento en Europa y una de las más sólidas del mundo desarrollado".

Este dinamismo económico, sin embargo, también tiene su contrapartida en los precios. El crecimiento se apoya en la demanda interna -especialmente en el consumo de los hogares y la inversión-, que ha sustituido al sector exterior como principal motor de la economía. Mientras que las exportaciones fueron clave en la recuperación pospandemia, ahora restan impulso al PIB.

En ese contexto, el aumento de la inflación "refleja la fortaleza de la demanda interna, confirmada por los datos de PIB, junto con una menor competencia en el sector servicios", explica Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas. En otras palabras, el mayor gasto de los hogares -favorecido por el empleo, las subidas salariales y el crecimiento de la población- está dificultando una caída más rápida de los precios. "Los servicios están presionando más de lo esperado. A esto se suma el repunte de la electricidad, que evoluciona peor que el año pasado, y el encarecimiento relativo de los alimentos", añade el economista, quien prevé que la inflación española tardará en converger con la media europea.

El índice de precios en España sigue por encima del objetivo del 2% fijado por el Banco Central Europeo (BCE) y de la media de la eurozona, que fue del 2,2% en septiembre (el dato de octubre se conocerá el viernes). Precisamente este jueves, el BCE celebra una reunión en Florencia para decidir sus próximos pasos, aunque se espera que mantenga los tipos de interés sin cambios, como en las dos reuniones anteriores, ante una inflación más controlada y una ligera mejora económica en el bloque.

En España, la inflación llegó a situarse por debajo del 2% tras los máximos registrados entre 2021 y 2022. Aquel repunte fue consecuencia de los desequilibrios entre oferta y demanda tras la pandemia, agravados por la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania. Los precios alcanzaron entonces niveles de dos dígitos, algo que no ocurría desde hacía casi 40 años.

La moderación comenzó en la segunda mitad de 2022 y, aunque con altibajos, los precios se fueron acercando a niveles más normales. Desde mayo pasado, sin embargo, la presión inflacionaria ha vuelto a aumentar, debilitando el proceso de desinflación. Aunque el ritmo de subida es mucho menor que el de hace unos años, el encarecimiento de los bienes y servicios continúa afectando al poder adquisitivo de las familias y sigue siendo una de las variables macroeconómicas más difíciles de estabilizar.

"Para los hogares con rentas más bajas, el aumento de los gastos básicos -como vivienda, energía y transporte- supone una carga financiera considerable, profundizando las desigualdades existentes", advierte José Antonio Vega, profesor de Economía en Comillas ICADE, quien teme que la presión sobre los precios se traslade a los salarios. Además, el encarecimiento de los alimentos impacta con más fuerza en las familias vulnerables. Desde 2019, los precios de los alimentos han subido un 30% en la eurozona, según el BCE, y en España, la cesta de la compra se ha incrementado más de un 30% desde mediados de 2021, frente al 19% del índice general.

Habrá que esperar dos semanas para saber si el INE confirma o revisa el dato adelantado de octubre. En septiembre, el organismo corrigió al alza la cifra inicial, del 2,9% al 3%, que hasta ahora era la más alta del año, igualando el registro de febrero.

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