(El País, 30-10-2025) | Mercantil, civil y administrativo

La economía española continúa creciendo, aunque a un ritmo más moderado. Según el dato adelantado del Instituto Nacional de Estadística (INE), el PIB aumentó un 0,6% entre julio y septiembre, dos décimas menos que en el trimestre anterior (0,8%). Aun así, se encadenan nueve trimestres consecutivos con avances superiores al 0,6%, lo que demuestra la resistencia del crecimiento pese a un entorno internacional complicado, marcado por las tensiones comerciales -tras el acuerdo impulsado por Donald Trump que eleva los aranceles a los productos europeos-, la inestabilidad política en países como Francia y la debilidad económica del conjunto europeo. En comparación con el mismo periodo de 2024, el PIB crece un 2,8%, frente al 3,1% registrado en el trimestre anterior.

"El resultado está en línea con nuestras previsiones y confirma la desaceleración que ya anticipaban los indicadores", explica Raymond Torres, director de coyuntura económica de Funcas. Lo que más le llama la atención, dice, es que el consumo, tanto público como privado, se acelera, mientras que la demanda externa se deteriora más de lo previsto. En otras palabras: los motores internos de la economía se fortalecen, pero el sector exterior pierde impulso.

La demanda interna, impulsada por el consumo y la inversión, sigue siendo el principal soporte del crecimiento. La inversión aumentó un 1,7% respecto al trimestre anterior, y el consumo lo hizo un 1,2%. El gasto de los hogares subió también un 1,2%, en un contexto de crecimiento demográfico -España gana cerca de 500.000 habitantes al año-, y el consumo público avanzó un 1,1%. "Estos datos reflejan la fortaleza del mercado laboral y la mejora del poder adquisitivo de las familias", sostiene el Ministerio de Economía.

En paralelo, la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre marcó un récord de empleo, con casi 22,4 millones de ocupados, aunque la tasa de paro repuntó ligeramente hasta el 10,4%, aplazando la esperada bajada por debajo del 10%.

En contraste, la demanda externa fue el principal lastre del crecimiento. Las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 0,6%, restando seis décimas al PIB. A diferencia del periodo pospandemia, el sector exterior ha perdido protagonismo como motor económico. De hecho, el informe de comercio exterior del Gobierno mostraba en agosto un estancamiento de las ventas al exterior, con apenas un 0,3% de aumento en los primeros ocho meses del año.

Por su parte, las importaciones crecieron un 1,1%, en parte debido al desvío de productos asiáticos hacia Europa, tras las barreras arancelarias en EE. UU. La Unión Europea teme una oleada de bienes de bajo coste procedentes de países como China o Vietnam, lo que el Banco Central Europeo identifica como un riesgo bajista para la inflación.

¿Significa esta ralentización que el ciclo expansivo está llegando a su fin? Según Ángel Talavera, economista jefe para Europa en Oxford Economics, no necesariamente: "No se trata de agotamiento, sino de una normalización del crecimiento tras varios trimestres con tasas superiores al 3%. Lo importante es mantener un ritmo sostenible, alrededor del 2,5%, que sigue siendo fuerte. Parte de la desaceleración viene del aumento de las importaciones, mientras que la inversión repunta, lo cual no es una mala señal".

En el contexto de la crisis de vivienda, el sector de la construcción creció un 0,8%, 1,6 puntos menos que en el trimestre previo, aunque en términos interanuales avanza un 6,1%. Los servicios también se expandieron un 0,8%.

Para el economista Javier Santacruz, esta moderación forma parte del ciclo natural de la economía y no implica un frenazo: "España está entrando en la fase de desaceleración del ciclo, pero seguirá creciendo en positivo. Lo destacable es que ha mantenido un desempeño mejor que el resto de Europa en los últimos años".

Esta fortaleza relativa ha sido resaltada por medios como el Financial Times y en las actas del Banco Central Europeo, donde se reconoció que el "excepcional desempeño de España" estaba sosteniendo buena parte del crecimiento europeo. No obstante, problemas estructurales como la falta de acceso a la vivienda, la inflación acumulada y la moderación salarial han generado una brecha entre las cifras macroeconómicas y la percepción ciudadana.

A falta de conocer los datos del último trimestre, todo apunta a que 2025 cerrará con un año de crecimiento sólido. Las previsiones de BBVA Research y el Consejo General de Economistas apuntan a un aumento del PIB del 3%, mientras que el Fondo Monetario Internacional, Funcas y CaixaBank Research lo sitúan en torno al 2,9%. El Gobierno, por su parte, prevé un 2,7%, aunque planea revisar al alza su estimación en los próximos días.

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