(El Confidencial, 26-06-2025) | Mercantil, civil y administrativo
La geopolítica no se limita únicamente a los ámbitos militar o diplomático; también se manifiesta en la influencia de unas monedas sobre otras. En este terreno, Europa parece estar perdiendo posiciones. Así lo confirman los datos más recientes, que muestran una disminución significativa en el uso del euro como moneda para pagos internacionales. Entre 2021 y 2024, la participación del euro en las transacciones transfronterizas gestionadas por instituciones financieras -que representan el 80% del total- cayó en 6,6 puntos porcentuales, situándose en apenas el 18%.
Esta pérdida de terreno ha sido aprovechada por otras monedas, principalmente el dólar estadounidense, que ha aumentado su cuota en 2,5 puntos, hasta alcanzar el 53,4%. Por su parte, el renminbi chino también ha ganado protagonismo, subiendo 1,5 puntos hasta representar el 3,7% de las operaciones. Mientras tanto, la libra esterlina y el yen japonés han mantenido prácticamente estables sus respectivas cuotas. Todas estas monedas participan en un mercado de pagos transfronterizos que ya roza los 1.000 billones de dólares, es decir, unas diez veces el tamaño del PIB mundial.
Aunque las criptomonedas y las stablecoins -activos digitales respaldados por valores estables- han comenzado a ganar terreno, su peso en comparación con el dinero fiduciario sigue siendo limitado. En 2023, las transacciones con este tipo de activos apenas alcanzaron los 2,5 billones de dólares, una cifra aún muy reducida en el contexto del mercado global de pagos internacionales.
Estos datos provienen de un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) basado en información de SWIFT (Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales), la red predominante para efectuar pagos a nivel internacional. SWIFT registra operaciones de comercio exterior, inversiones en cartera -como acciones y bonos-, inversión extranjera directa, y también transferencias entre particulares, aunque estas últimas tienen un peso significativamente menor.
De acuerdo con el FMI, Estados Unidos y Europa concentran el 71,4% del uso de SWIFT, una proporción muy superior a su peso real en la economía mundial. Este desequilibrio ha llevado a países como China y Rusia a tratar de desarrollar alternativas, aunque por ahora sin éxito relevante. En el caso de las operaciones no financieras entre particulares, Europa y EE. UU. acaparan más del 80%, aunque con diferencias marcadas entre ambas regiones.
La supremacía del dólar se consolidó tras el establecimiento del sistema de Bretton Woods, al término de la Segunda Guerra Mundial, y se mantiene vigente. En los últimos años, gran parte del capital europeo ha migrado hacia Estados Unidos, impulsado por la fuerte rentabilidad de sus mercados financieros, denominados en dólares, y por su posición como el mayor receptor de inversión extranjera directa del mundo. El dinamismo económico estadounidense ha reforzado aún más esta tendencia.
El FMI destaca también que las transacciones de gran valor -superiores a los 50 millones de dólares- representan más del 60% de los pagos entre clientes y más del 80% de las operaciones entre instituciones financieras. Sin embargo, las transferencias de menor cuantía son las más numerosas en términos de volumen de operaciones.
Finalmente, el estudio del FMI subraya el "peso desproporcionado" del dólar en los intercambios de divisas. Lo llamativo, según el informe, es que muchas de estas operaciones no tienen a EE. UU. como origen ni destino. Por ejemplo, transacciones entre países como España y Reino Unido también se realizan en dólares. Sin embargo, este patrón no se repite en los pagos de cliente a cliente, donde EE. UU. suele estar directamente involucrado como emisor o receptor.