(Expansión, 16-06-2025) | Mercantil, civil y administrativo
En los últimos años, los consumidores han visto cómo se ampliaban notablemente las formas de pago disponibles: desde el dinero en metálico y las tarjetas bancarias, hasta transferencias instantáneas, pagos a través del teléfono móvil e incluso con relojes inteligentes. Esta evolución ha acompañado a una economía cada vez más digitalizada, como la de la zona euro. Aun así, el efectivo sigue teniendo un peso importante por la sensación de seguridad que ofrece su formato tangible. De hecho, en tiempos de incertidumbre económica, muchos siguen optando por guardar dinero físico en casa.
En este contexto, el Banco Central Europeo (BCE) está desarrollando una nueva alternativa: el euro digital. Su objetivo es ofrecer una herramienta de pago que conserve la confianza y estabilidad del efectivo, pero adaptada al entorno digital actual. Esta nueva moneda se plantea como una versión digital del dinero emitido por el banco central.
Desde la perspectiva del usuario, pagar con euros digitales no será muy distinto a hacerlo mediante métodos electrónicos ya existentes. Sin embargo, la principal diferencia radica en su origen: mientras que el dinero digital actual proviene de los bancos comerciales, el euro digital será emitido directamente por el BCE, lo que implica una mayor seguridad.
Esto se debe a que el dinero respaldado por el BCE no depende de la solvencia de una entidad financiera concreta. Aunque los depósitos bancarios cuentan con una garantía de hasta 100.000 euros, no están exentos de riesgos. Con el euro digital, los fondos estarán directamente bajo custodia del banco central, proporcionando así un nivel de seguridad comparable al del efectivo, pero sin la necesidad de contar con billetes o monedas físicas.
El BCE asegura que esta nueva divisa digital permitirá realizar pagos entre personas, en comercios físicos y en línea, así como en trámites con las Administraciones Públicas. Ningún otro medio de pago cubre a día de hoy todas estas áreas al mismo tiempo.
Además, se están desarrollando dos modalidades: una online, con funciones similares a las de los sistemas de pago actuales, y otra offline, que permitirá transacciones cercanas sin conexión a internet y con mayor privacidad, similar a pagar en efectivo. Otra característica destacada será la posibilidad de programar pagos automáticos condicionados a ciertos eventos. Por ejemplo, si un vuelo se retrasa más de lo permitido, el reembolso podría procesarse de manera automática e inmediata, sin necesidad de iniciar un reclamo.
Aunque será el BCE quien emita el euro digital, serán los bancos privados los encargados de gestionar su relación con los usuarios. Estos se ocuparán del proceso de registro e identificación de los clientes (onboarding), así como de darlos de baja si es necesario, utilizando métodos seguros. La supervisión para evitar el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo también recaerá en las entidades bancarias, como ya sucede con los productos financieros actuales. Además, serán los bancos quienes gestionen la experiencia del cliente, proporcionando las plataformas y servicios relacionados con el euro digital.
El BCE ha dejado claro que no tendrá contacto directo con los usuarios, ni controlará su relación con esta nueva moneda digital. En resumen, el euro digital nace como una respuesta al avance de los pagos electrónicos, manteniendo la confianza del dinero emitido por el banco central y delegando en la banca comercial la mayoría de las funciones operativas.