(Cinco Días, 05-05-2025) | Mercantil, civil y administrativo
Para los integrantes del Banco Central Europeo (BCE), el periodo de seis semanas entre cada reunión sirve para examinar a fondo los indicadores económicos -como la inflación, los salarios o el crecimiento- y prestar atención a cualquier acontecimiento que pueda impactar esos datos, algo frecuente desde que Donald Trump llegó a la presidencia de EE. UU. y comenzó a desafiar constantemente el orden establecido. Durante ese tiempo, los gobernadores del BCE interpretan el contexto económico y suelen compartir sus percepciones públicamente, a menudo con más claridad que la propia presidenta, Christine Lagarde, quien mantiene un tono más prudente en sus declaraciones.
Muchos de estos responsables del BCE participaron recientemente en las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington. Sus intervenciones dejaron entrever que, a pesar de los siete recortes ya realizados, existe una firme disposición a seguir reduciendo los tipos de interés. Robert Holzmann, presidente del banco central de Austria y considerado el miembro más conservador del BCE, sorprendió al declarar que, según su análisis, los aranceles estadounidenses tienen un efecto más desinflacionario que inflacionario. Esta afirmación sugiere que la inflación se acercaría e incluso podría quedar por debajo del objetivo del 2%, abriendo paso a nuevos recortes de tipos. Los mercados reaccionaron de inmediato, dando por hecho un nuevo descenso de tipos en junio.
Por su parte, Olli Rehn, gobernador del banco central finlandés y de línea más flexible, señaló que si las proyecciones de junio muestran que la inflación quedará por debajo del 2% a medio plazo, lo más apropiado sería aplicar una bajada de tipos aún mayor, incluso de 50 puntos básicos, en lugar del recorte habitual de 25. Aunque esta opción no se considera aún probable, cobra fuerza la visión de que los aranceles están conteniendo los precios en Europa al frenar el crecimiento económico y facilitar la llegada de productos más baratos procedentes de China. No obstante, recortes más agresivos podrían ser malinterpretados como señales de alarma, por lo que el BCE prefiere seguir actuando con cautela. Además, la correlación de fuerzas dentro del Consejo de Gobierno -13 miembros más conservadores frente a 12 más proclives a la flexibilidad- requiere mantener el equilibrio para evitar tensiones internas.
Otro factor relevante es que, aunque la posibilidad de que Bruselas imponga medidas arancelarias en respuesta a EE. UU. no se ha materializado, ese riesgo sigue presente. Sin embargo, mientras ese escenario no se concrete, las condiciones son favorables para continuar con las bajadas de tipos. "Los responsables del BCE no están mostrando resistencia a nuevos recortes; más bien lo contrario", concluyó un análisis reciente del banco holandés ING.
También se pronunció el gobernador del banco central francés, François Villeroy de Galhau, quien afirmó que no se espera una subida de la inflación ni este año ni el próximo, lo que da margen para seguir bajando tipos de manera gradual. Aunque reconoce una desaceleración económica, considera poco probable una recesión en Francia o en Europa.
Los datos publicados el miércoles reforzaron esa idea: la economía de la zona euro creció un 0,4% en el primer trimestre, aunque parte de ese crecimiento pudo deberse a compras anticipadas de empresas estadounidenses que buscan evitar los aranceles, lo que distorsionaría las cifras y obliga a esperar futuras confirmaciones.
Klaas Knot, presidente del banco central de Países Bajos y otro defensor de la ortodoxia, fue tajante al afirmar que "es seguro al 100% que el shock de demanda prevalecerá a corto plazo", lo que hará bajar la inflación. No obstante, advirtió que a medio plazo el panorama es incierto y que podrían surgir presiones inflacionistas si se rompen cadenas de suministro, se imponen aranceles o aumenta el gasto público, como con el plan de rearme europeo o el levantamiento del techo de deuda en Alemania.
Según Knot, el BCE se enfrenta a una situación en la que los riesgos de inflación se reparten en ambas direcciones. "La reunión de junio será especialmente complicada", resumió. Sin embargo, en lo relativo a la próxima bajada de tipos, la mayoría coincide en que ya está prácticamente decidida. La mayor incertidumbre gira en torno a las nuevas proyecciones económicas que se presentarán en esa reunión, ya que el contexto puede cambiar rápidamente dependiendo de cómo evolucionen las negociaciones comerciales de EE. UU. tras la tregua arancelaria de 90 días decretada por Trump.
Gediminas Simkus, gobernador del banco central de Lituania, se mostró abierto a dos recortes adicionales este año, aunque señaló que, para ir más allá, sería necesario que surgieran más datos económicos negativos. Según sus cálculos, el tipo de interés podría situarse en el 1,75% antes de que finalice el año.