(Expansión, 09-05-2024) | Laboral

La falta de respaldo, un alto nivel de exigencia o el escaso control sobre las labores laborales son algunos de los elementos que alimentan la propagación de los zombis laborales. Presentes pero desconectados, estos empleados hace tiempo que no muestran compromiso con su trabajo y la mayoría ni siquiera son conscientes, y si lo son, no les importa en absoluto, de que están atrapados en una rutina que obstaculiza su desarrollo profesional y perjudica su vida personal. Algunos muestran su desinterés deambulando por la oficina sin rumbo, mientras que otros trabajan sin más, sumidos en la apatía de un puesto que no les motiva más allá de completar su jornada. Caer en esta indiferencia es tan fácil como perjudicial tanto para el trabajador como para la empresa.

Que el 85% de los empleados no esté comprometido con su trabajo, según datos de Gallup, significa que la gran mayoría de trabajadores están presentes pero ausentes, es decir, tienen un alto riesgo de convertirse en zombis. Jesús Alcoba, director creativo en La Salle Campus Madrid, hace esta reflexión en voz alta para resaltar hasta qué punto es crucial actuar con precaución. En primer lugar, recomienda estar alerta ante hábitos y costumbres en apariencia inofensivos: "El odio a los lunes, la celebración de los viernes o el uso de expresiones como desconectar o escapada indican que quienes las emplean no desean estar en la empresa. Son señales de alerta que nos indican que es mejor no participar en esas conversaciones si queremos evitar contagiarnos". También aconseja evitar otro foco de zombis: los grupos de quejas. "Se critica despiadadamente a unos, se hacen cumplidos a otros y, como norma no escrita, se evidencia el rechazo o el desagrado hacia el trabajo en general y hacia algunas personas en particular. Hay que alejarse de esos lugares porque la presión para conformarse es abrumadora".

Este contexto es, según Marta Romo, socia directora de Be-Up, uno de los tres factores que conducen a la indiferencia laboral. Además, menciona "los propios pensamientos arraigados en la falta de protagonismo que nos llevan al victimismo y a la desconexión, y también pensamientos relacionados con la falta de esperanza". Y, por supuesto, una relación mala o tóxica con un compañero o un superior: "No me refiero a una relación conflictiva, sino a una que alimenta la apatía y la desconexión. Identificar a estos 'asesinos de pasión' que ven todo de manera negativa y problemática, para tener la menor relación posible con ellos".

Para evitar estos factores desencadenantes, Manel Fernández Jaria, profesor de dirección y gestión de personas de la UOC y coach de equipos directivos, cree que "es importante establecer límites saludables, practicar el autocuidado y la autoimagen en el trabajo y desarrollar habilidades de gestión del estrés". Sugiere aprender a decir 'no' cuando sea necesario, delegar responsabilidades, establecer prioridades claras y buscar apoyo cuando sea necesario. "Actuar de manera preventiva o reactiva lo cambia absolutamente todo, tanto a nivel personal como organizativo", destaca.

Romo identifica cinco actitudes para combatir esta indiferencia laboral. Al igual que Fernández Jaria, la socia directora de Be-Up menciona la proactividad, es decir, "anticiparse a los pensamientos que conducen a esa indiferencia y contrarrestarlos".

En segundo lugar, habla de la humildad para reconocer que se está entrando en modo zombi y que no se está bien. Romo también menciona el coraje para atreverse a pedir ayuda o dar el paso para salir de ahí; y el optimismo, "cultivando emociones positivas, viendo la realidad desde la perspectiva de las posibilidades". Por último, hace referencia a la exigencia, a no conformarse con estar a medias, a no justificar que las cosas son así, son difíciles o no se pueden cambiar, y a ser exigente con el entorno, las relaciones y uno mismo.

La fórmula de Alcoba para evitar el zombi laboral consiste en no tomarse demasiado en serio el trabajo, considerarlo como una oportunidad, y tener una afición lo suficientemente poderosa como para equilibrar los momentos más oscuros.

La apatía, el aburrimiento y la indiferencia del individuo minan su carrera profesional. "Estas emociones nos quitan energía y nos llevan a la inacción, a evitar la acción y a resistir el cambio", explica Romo. Alcoba coincide en que "el desapego al trabajo es como el gas, porque tiende a llenar todo el espacio disponible. Primero se le toma aversión al puesto de trabajo, luego a los compañeros, después al jefe y, finalmente, a la empresa y al hecho mismo de trabajar".

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