(El Economista, 02-10-2025) | Laboral

En el sector de los recursos humanos se repite con frecuencia la idea de que los españoles han perdido el miedo a cambiar de empleo, impulsados por el aumento de vacantes y de renuncias voluntarias. Sin embargo, las cifras de Eurostat dibujan un panorama muy distinto: solo un 3% de los ocupados cambia de puesto de un trimestre a otro, un porcentaje incluso inferior al 4% registrado antes de la pandemia, y equivalente al de quienes acaban en situación de desempleo.

Esa mínima diferencia entre conseguir un nuevo trabajo o quedarse en paro explicaría la prudencia con la que los españoles afrontan un cambio laboral. No obstante, la tasa de movilidad en España se sitúa en la media de la UE, lo que indica que otros países son igual de cautos a la hora de buscar alternativas profesionales. Donde sí destacamos es en el riesgo de desempleo, que es el más alto de los Veintisiete.

Las cifras contrastan con las de numerosos estudios elaborados por empresas de selección de personal, que hablan de más del 30% de empleados dispuestos a cambiar de trabajo. Pero estos informes suelen basarse en encuestas que reflejan intenciones o deseos, mientras que la estadística europea mide transiciones reales, registradas en la Encuesta de Fuerza Laboral, y no solo la voluntad de cambio.

Es importante subrayar que esos cambios incluyen tanto renuncias voluntarias como finalizaciones de contratos temporales o despidos. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, ni Eurostat ni el INE contabilizan las dimisiones como categoría propia. En España, los datos de la Seguridad Social muestran que las bajas voluntarias se han disparado tras la reforma laboral, situándose como la tercera causa de salida de un trabajador, por detrás del fin de un contrato eventual y de la interrupción de los contratos fijos discontinuos.

Precisamente, los fijos discontinuos influyen mucho en la rotación laboral, tanto por los periodos de inactividad entre campañas como porque, si no se reincorporan, su salida se registra como dimisión. Aun así, la reforma laboral ha reducido el volumen de altas y bajas, al haber menos contratos temporales y más indefinidos, lo que limita la movilidad respecto a 2019 y mantiene las cifras en niveles similares a los de la crisis financiera o la pandemia, pese al actual contexto expansivo.

En la práctica, los cambios de empleo voluntarios han ganado terreno frente a los involuntarios, aunque en sectores con alta temporalidad la reforma ha tenido mayor impacto. De ahí que los datos actuales recuerden a los de 2021, todavía marcados por la pandemia, y no a los previos a la crisis sanitaria.

El comportamiento varía por edad: entre los jóvenes, la tasa de cambio laboral ha descendido del 14% en 2019 al 12%, aunque siguen siendo los únicos que tienen más opciones de encontrar un nuevo trabajo que de acabar en paro (7%). Por el contrario, los mayores de 55 años apenas presentan un 1% de movilidad, mientras que el riesgo de desempleo alcanza el 2%. Esto confirma un patrón: los jóvenes tienen empleos más inestables, con más rotación pero también mayor riesgo, mientras que los trabajadores veteranos tienden a aferrarse a sus puestos, aunque eso suponga que, si lo pierden, sus posibilidades de recolocación son menores.

España continúa siendo un mercado laboral caracterizado por una alta tasa de paro y un bajo número de vacantes, además de un desajuste entre la oferta de puestos y las competencias de los desempleados. En consecuencia, las oportunidades de cambiar de empleo son limitadas, y muchos profesionales optan por mantener su puesto actual, salvo en sectores con fuerte demanda.

Aun así, nuestra movilidad es similar a la de países como Francia o Alemania. Lo que nos diferencia es el mayor riesgo de desempleo: mientras la media europea se sitúa en el 1%, España la supera con holgura. En cambio, economías como Países Bajos o Dinamarca registran transiciones más altas (5%) y Finlandia un 4%, pero con un riesgo de paro más bajo. Esto refleja que en esos mercados los cambios de empleo son mayoritariamente voluntarios y que las vacantes disponibles superan a las de España.

En definitiva, los datos de Eurostat desmontan la narrativa de una "Gran Renuncia" en Europa. Aunque hay tensiones en el mercado laboral, la rotación real de trabajadores sigue lejos de los niveles de dos dígitos que a veces se difunden. En el caso español, la movilidad limitada convive con una alta entrada y salida de la ocupación desde el paro y la inactividad (alrededor del 5%), lo que explica la dificultad de reducir el desempleo por debajo del 10% pese al fuerte crecimiento económico.

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