(Expansión, 11-07-2025) | Mercantil, civil y administrativo
La disputa por el dominio como moneda global de referencia se intensifica. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una advertencia directa a quienes pongan en entredicho la supremacía del dólar. "Perder el estándar del dólar sería equivalente a perder una guerra. Quien intente desafiarlo, pagará las consecuencias", declaró recientemente el mandatario estadounidense, dejando entrever que impondrá nuevos aranceles como respuesta.
Esta amenaza se produce en un momento clave, justo cuando Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), trata de aprovechar el clima de incertidumbre global para posicionar al euro como alternativa al dólar en los mercados internacionales. Desde abril, Lagarde ha promovido activamente la idea de fortalecer el papel del euro como referencia en el comercio y la inversión internacional, atrayendo a países y actores financieros que buscan estabilidad frente a las decisiones erráticas de la administración Trump.
Sus intervenciones públicas en defensa de una moneda europea fuerte se han complementado con reuniones estratégicas, como el Foro de Bancos Centrales en Sintra (Portugal), además de debates sostenidos durante la última cumbre del Consejo Europeo. El tema también se ha discutido con regularidad en el Ecofin, el organismo encargado de definir la política económica de la UE.
El BCE tiene claro el objetivo, aunque la viabilidad de convertir al euro en moneda líder dependerá del respaldo que obtenga de otras instituciones europeas para aplicar las reformas necesarias. Las ventajas de sustituir al dólar como moneda dominante son considerables. Lagarde ha señalado que un euro con mayor peso internacional permitiría abaratar los costes de financiación para gobiernos y empresas europeas, estimulando así la demanda interna en un entorno global cada vez más incierto.
Asimismo, fortalecer al euro también significaría una mayor autonomía económica para Europa. Según Lagarde, si más operaciones comerciales se hicieran en euros, la región se vería menos expuesta a la volatilidad del tipo de cambio y a movimientos especulativos de capital.
Es precisamente ese conjunto de beneficios lo que Trump busca proteger con firmeza, consciente de que mantener el liderazgo del dólar le otorga a Estados Unidos una poderosa ventaja estratégica y económica. No obstante, ha sido su propia política comercial, marcada por la imposición de aranceles y tensiones internacionales, la que ha abierto la puerta a una mayor diversificación monetaria.
A comienzos de año, el euro cotizaba cerca de la paridad con el dólar y amenazaba con seguir perdiendo valor. Sin embargo, el conflicto comercial iniciado por Estados Unidos generó preocupación entre bancos centrales e inversores, quienes comenzaron a redistribuir sus reservas y a apostar por otras divisas, entre ellas el euro.
Este cambio de estrategia ha impulsado a la moneda europea, que ha subido un 14% desde sus niveles más bajos del año y ahora se intercambia a 1,17 dólares. Si bien una subida en el tipo de cambio no implica necesariamente una mayor presencia global, en este caso el fortalecimiento del euro parece estar ligado a factores más políticos que económicos.
De hecho, la recuperación se ha producido en un contexto atípico: en medio de recortes de tipos por parte del BCE y una desaceleración de la economía europea, dos elementos que, en teoría, debilitarían la moneda. Esto refuerza la idea de que el empuje del euro se debe más al contexto geopolítico y al deseo de muchos actores de reducir su dependencia del dólar.