(El Economista, 17-10-2025) | Laboral
España atraviesa una situación insostenible respecto a sus trabajadores de mayor edad. En los últimos quince años, los distintos gobiernos han optado por retrasar la edad de jubilación, elevando el límite de 65 a 67 años y ofreciendo incentivos para prolongar la vida laboral, con el objetivo de garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. Sin embargo, poco se ha avanzado en resolver el principal problema de este colectivo: su dificultad para reincorporarse al mercado laboral. El caso más crítico es el de los mayores de 55 años, de los cuales el 38,1% lleva más de tres años buscando empleo sin éxito.
Este fenómeno tiene un fuerte impacto en el gasto público, tanto por el aumento de las prestaciones y subsidios por desempleo como por el adelanto de las jubilaciones. Según el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), los mayores de 55 años son el grupo más numeroso entre los parados registrados, con 818.501 personas. No obstante, estos datos pueden estar influidos por el hecho de que muchos de ellos cuentan con una larga trayectoria laboral y han cotizado lo suficiente para acceder a subsidios específicos, como el destinado a mayores de 52 años, algo que no sucede con los jóvenes menores de 25 años.
Por su parte, la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE, que utiliza una metodología distinta y menos dependiente de las ayudas sociales, muestra un panorama similar: hay más desempleados sénior que jóvenes. Los mayores de 55 años representan el 19,1% del total de parados (508.000 personas), frente al 17,2% de los menores de 25 años. Aunque su peso es inferior al de otros grupos de edad, el problema radica en la duración del desempleo.
El INE revela que el 58,7% de los parados mayores de 55 años lleva más de un año sin trabajo, el porcentaje más alto de todos los grupos. Además, el 38,1% supera los tres años en paro, el doble de la media general. En cambio, los que llevan entre uno y dos años sin empleo son apenas el 16%, y los que acumulan entre dos y tres años solo un 4,6%.
Aunque el paro de larga duración se ha reducido desde la crisis financiera, la brecha entre los mayores de 55 años y el resto de trabajadores se mantiene estable, en torno a 20 puntos porcentuales, lo que sugiere que las dificultades estructurales del empleo sénior persisten independientemente del ciclo económico.
El uso de los datos de la EPA, en lugar de los del SEPE, permite además detectar el llamado "efecto prejubilación": personas que, pese a figurar como demandantes de empleo para seguir cobrando un subsidio, ya no buscan trabajo de forma activa. En estos casos, el INE las clasifica como inactivas.
Esto ayuda a explicar las diferencias entre ambas fuentes. El SEPE contabiliza 741.000 mayores de 55 años recibiendo algún tipo de prestación (el 90% de los parados registrados), de los cuales 449.311 perciben un subsidio. Esta cifra supera ampliamente el número de desempleados sénior detectados por la EPA. El INE, por su parte, registra 415.000 personas de entre 55 y 65 años que se declaran jubiladas o prejubiladas, aunque parte de ellas podrían ser jubilados anticipados. En cualquier caso, el número de prejubilaciones detectadas está en mínimos históricos.
Más preocupante aún es el efecto desánimo, es decir, la pérdida de motivación para seguir buscando empleo tras largos periodos de paro. Según Eurostat, la probabilidad de volver a trabajar se desploma un 74,3% después del primer año en desempleo.
A pesar de los esfuerzos institucionales, las políticas activas de empleo no han logrado revertir esta situación. Aunque los programas dirigidos a mayores de 45 años muestran cierta eficacia, fracasan con los parados de larga duración, lo que perpetúa el problema. Este estancamiento no solo bloquea la reinserción laboral de miles de trabajadores sénior, sino que también desincentiva la prolongación de sus carreras profesionales, al percibir que las oportunidades son escasas o inexistentes.