(El Economista, 07-07-2025) | Mercantil, civil y administrativo
La economía española, que ha liderado el crecimiento entre los países de la OCDE en los últimos años, no puede atribuir ese avance a un aumento en la inversión empresarial. Al contrario, si se comparan los datos más recientes sobre la Formación Bruta de Capital Fijo -correspondientes al primer trimestre de 2025- con los de finales de 2019 (estableciendo ese año como base 100), se observa que la inversión apenas ha superado los niveles previos a la pandemia de Covid-19.
Esta situación es calificada como una anomalía por Miguel Cardoso, economista jefe para España y Portugal en el Servicio de Estudios de BBVA, quien señala que "el PIB ha crecido casi diez puntos en el mismo periodo", algo que considera "extraño", ya que lo habitual sería que la inversión hubiera tenido un comportamiento similar o incluso más dinámico. Cardoso subraya que, tras una recuperación como la vivida en otros sectores, sería razonable esperar un incremento mucho mayor en los flujos de inversión.
Este estancamiento resulta aún más sorprendente si se tiene en cuenta que ya han quedado atrás factores como la elevada inflación derivada de la guerra en Ucrania o los problemas en las cadenas de suministro durante lo peor de la pandemia. Un análisis más detallado de la Formación Bruta de Capital Fijo, a partir de los datos del INE y Eurostat, revela incluso retrocesos en algunos componentes clave. Por ejemplo, la inversión en transporte se sitúa 12 puntos por debajo del nivel de 2019. En el sector de la construcción, aunque no hay descenso, el crecimiento apenas alcanza un 1%.
"El caso de la construcción es especialmente sorprendente", añade Cardoso, teniendo en cuenta el desajuste entre la oferta y la demanda de vivienda, así como el impacto esperado de los fondos europeos Next Generation. En esta misma línea, ni siquiera el aumento en la licitación pública ha logrado mejorar de forma sostenida la capacidad productiva, algo que, según el Instituto de Estudios Económicos -vinculado a la CEOE-, podría estar relacionado con la falta de unos nuevos Presupuestos Generales desde 2023.
Tampoco ayuda la baja ejecución de los fondos del Plan de Recuperación y Resiliencia, que en el primer trimestre del año ha caído a mínimos. Por otro lado, la capacidad de inversión del tejido empresarial también se ve lastrada por la elevada presión fiscal. Sumando impuestos directos, indirectos y cotizaciones sociales, España se sitúa como el cuarto país de la UE que más ingresos fiscales obtiene de las empresas, representando casi el 50% del total recaudado, según datos recientes del centro de estudios Tax Foundation.
Independientemente de las causas, ningún otro país europeo comparable muestra un comportamiento tan débil en cuanto al impulso inversor del sector privado. Francia e Italia, por ejemplo, presentan cifras muy superiores. A finales de 2021, la inversión en Francia ya superaba en un 1,4% el nivel previo a la pandemia, mientras que en Italia el aumento era del 5,1% en ese mismo periodo.
Alemania es el país que más se asemeja a España en este aspecto, aunque con diferencias importantes. Allí, la Formación Bruta de Capital Fijo llegó a estar apenas medio punto por debajo del nivel pre-Covid en su momento más bajo, una brecha que fue cerrada con rapidez, a diferencia del caso español.
Junto con la inversión, la productividad es otra variable que también muestra una preocupante falta de recuperación. Según datos del INE analizados por Eurostat, el rendimiento por trabajador y por hora en España sufrió la mayor caída de toda la eurozona -con un retroceso de 10,6 puntos- desde el final de la crisis de 2008-2013 hasta 2021, una diferencia que aún no ha sido corregida completamente.