(Expansión, 09-07-2025) | Mercantil, civil y administrativo

La Unión Europea mantiene un nivel intermedio de importaciones procedentes de Estados Unidos, pero su dependencia en sectores clave como la aeronáutica, la industria farmacéutica y los equipos médicos o de navegación limita su capacidad para renegociar los aranceles impulsados por Donald Trump. El nuevo episodio de guerra comercial iniciado por Trump tras su regreso a la presidencia estadounidense ha generado gran inquietud en Bruselas, donde preocupa la posible interrupción del comercio transatlántico. Aunque la amenaza más inmediata es la imposición de un arancel general del 20% a todos los productos europeos que ingresen a EE. UU.-lo que los haría menos atractivos para los consumidores americanos-, la alta dependencia europea de ciertos productos estratégicos estadounidenses también genera preocupación y reduce el margen de maniobra frente a una respuesta comercial firme.

"Con el anuncio del 20% de aranceles por parte de Trump el 2 de abril y la posibilidad de una escalada proteccionista en industrias clave como la automoción y la farmacéutica, la UE ha optado por una actitud moderada y ha rebajado su tono hacia China", señala un informe de CaixaBank Research titulado Dependencias importadoras y urgencias competitivas para la industria europea, al que ha accedido EXPANSIÓN. El documento sostiene que esta estrategia puede responder a un cálculo geopolítico, pero es comprensible a la luz de la creciente dependencia europea de insumos críticos, productos intermedios y bienes finales a lo largo del siglo XXI.

Según el informe, "la dependencia de la UE respecto a Estados Unidos es limitada en términos generales, pero significativa en sectores estratégicos". En lo que respecta a manufacturas no energéticas, esa dependencia se ha mantenido relativamente constante durante los últimos quince años, rondando el 13% de las importaciones totales y representando el 3% de la oferta en el mercado único. Sin embargo, cuando se analiza el suministro de bienes estratégicos concretos, la cifra asciende hasta un 65%.

Un ejemplo destacado es el sector aeroespacial, donde casi dos tercios de las importaciones europeas proceden de Estados Unidos, lo que representa alrededor del 30% del total disponible en la UE. También sobresale la industria farmacéutica, con una dependencia del 25,7% en materias primas y del 38,7% en medicamentos especializados. En cuanto a material de transporte, los productos estadounidenses suponen el 35% de las importaciones extracomunitarias y el 15% de la oferta total, cifras superiores incluso a las relativas a China. Situaciones similares se presentan en el caso de los equipos médicos y odontológicos (30,6% de origen estadounidense) y en instrumentos de medición, verificación y navegación, con una cuota superior al 25%.

"Estas interdependencias explican en gran parte la actitud comedida de la UE frente a la ofensiva arancelaria estadounidense, así como el tono más conciliador mantenido hacia China", explica David Martínez Turégano, economista de CaixaBank Research. Además, en las últimas semanas, países como Alemania han abogado por alcanzar rápidamente un acuerdo comercial con Estados Unidos, centrando sus esfuerzos en proteger sectores estratégicos como el automóvil y la industria farmacéutica.

Ayer mismo, el comisario europeo de Economía, Valdis Dombrovskis, subrayó la voluntad de la UE de cerrar un pacto comercial con Estados Unidos "cuanto antes", incluso si Trump decide extender el plazo hasta el 1 de agosto. Por último, conviene recordar que en las recientes cartas enviadas por Trump a varios gobiernos para notificarles la imposición de nuevos aranceles, el presidente advirtió que cualquier represalia conllevaría tarifas adicionales. "Si por algún motivo deciden incrementar sus aranceles, sea cual sea el porcentaje, se sumará un 25% adicional al gravamen estadounidense", advirtió en sus misivas, fijando para la UE un arancel base del 20%.

Mientras se acerca el 1 de agosto, fecha que Trump presenta ahora como definitiva, la UE vuelve su mirada hacia China como posible alternativa comercial para los productos que podría dejar de exportar a Estados Unidos. No obstante, esta estrategia implicaría previsiblemente un aumento en la importación de bienes chinos, cuya presencia en el mercado europeo ya se ha disparado en las últimas dos décadas: del 12% al 30% del total de importaciones, y del 7% al 30% en manufacturas no energéticas. China concentra ya el 81% de las pilas consumidas en Europa, el 70% de los productos electrónicos y de iluminación, y el 65% de los ordenadores y electrodomésticos.

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