(Cinco Días, 15-09-2025) | Mercantil, civil y administrativo
La ofensiva arancelaria impulsada por la administración Trump ha transformado no solo el comercio internacional, sino también la recaudación fiscal en Estados Unidos. Lo que durante décadas representó una fuente menor de ingresos -apenas un 0,3% del PIB- se ha convertido en una vía relevante para llenar las arcas del Tesoro. Según un informe de CaixaBank Research publicado este lunes, hasta julio de 2025 se habían recaudado 114.860 millones de dólares (unos 98.000 millones de euros) en concepto de aranceles, lo que equivale al 0,4% del PIB y ya supera lo ingresado en todo 2023 y 2024. Si las importaciones se mantienen estables, este año podría cerrarse con una recaudación cercana al 1,1% del PIB, un récord histórico. Sin embargo, los expertos advierten que se trata de una fuente de ingresos difícil de sostener en el tiempo. A ello se suma la incertidumbre judicial: un tribunal de apelaciones declaró ilegales la mayor parte de los aranceles a finales de agosto, decisión recurrida de inmediato por la Casa Blanca ante el Tribunal Supremo.
El incremento de la recaudación obedece al fuerte aumento de los aranceles efectivos aplicados por Trump, que en agosto alcanzaron un promedio del 17%, muy por encima del 2% habitual en los últimos años. En apenas unos meses entraron en vigor medidas como un arancel general del 10%, un recargo del 50% a acero y aluminio, un 25% a los automóviles y un 45% a los productos chinos. A esto se añadieron tasas específicas: 35% a Canadá, 25% a México, 15% a la Unión Europea y Japón, además de aumentos a Brasil (50%) y Suiza (39%). Aunque todavía se mantienen conversaciones con varios socios -China, México o Bruselas-, el nivel arancelario alcanzado coloca a EE. UU. en un terreno inédito.
La Casa Blanca defiende esta política con tres argumentos: proteger la industria nacional, reducir el déficit comercial y aumentar la recaudación fiscal para contener un presupuesto cada vez más presionado. Pero, como advierte CaixaBank Research, esos objetivos chocan entre sí. "No es sencillo restringir importaciones para proteger la producción local y, al mismo tiempo, depender de ellas como fuente de ingresos", señala el informe.
De hecho, cuanto más caigan las importaciones, menor será la recaudación. Los primeros datos ya reflejan esa tensión: tras un repunte en el primer trimestre -cuando muchas empresas adelantaron compras para evitar los nuevos impuestos-, en abril las importaciones cayeron un 20% y desde entonces se han estabilizado en torno a los 270.000 millones de dólares al mes, por debajo del promedio de 2024. En este contexto, alcanzar el 1% del PIB en ingresos arancelarios es posible, pero depende de que no se produzca un desplome mayor del comercio exterior. La situación se complica por el fallo judicial que cuestiona la legalidad de los aranceles, dado que la Constitución reserva esa competencia al Congreso y no al presidente.
A medio y largo plazo, el panorama tampoco es alentador. Los estudios sobre la guerra comercial de 2018 ya mostraban que los aranceles se trasladan casi íntegramente a los precios, y encuestas de la Reserva Federal confirman que muchas empresas trasladan esos costes a los consumidores. "Si los aranceles encarecen el precio final, la evolución de las importaciones dependerá de lo sensible que sea la demanda a esos aumentos", explica la autora del informe, Isabela Lara White.
El informe recuerda que la demanda es especialmente sensible: un alza del 1% en el precio puede reducir la compra de ese bien entre un 1% y un 5%. Además, el contexto juega en contra: el dólar se ha depreciado un 10% en lo que va de año, lo que encarece aún más las importaciones, y la economía estadounidense muestra signos de ralentización. Tras crecer un 2,8% en 2024, el PIB podría avanzar solo un 1,3% en 2025 y 2026, según las previsiones recogidas por CaixaBank Research.
La paradoja es clara: los aranceles han proporcionado un alivio inmediato en la recaudación, pero al mismo tiempo limitan su utilidad como herramienta estructural para reducir los desequilibrios fiscales. "Llegar al 1% del PIB es significativo, pero parece difícil mantenerlo de forma continuada", concluye Lara White. Mientras tanto, el Gobierno presume de un éxito a corto plazo en medio de la pugna comercial global, aunque los riesgos están a la vista: consumidores con menos poder adquisitivo, empresas más presionadas por los costes, tensiones con socios internacionales y un déficit público que, pese a los récords de ingresos, aún no tiene solución duradera.