(El Economista, 30-04-2025) | Mercantil, civil y administrativo

No cabe duda de que España se ha consolidado como el principal motor económico de Europa en la actualidad. Mientras la economía del continente permanece estancada, el PIB español creció un 3,2% en 2024, impulsado principalmente por el turismo, el consumo interno y el crecimiento poblacional derivado de la inmigración. De hecho, cerca del 40% del crecimiento total de la Unión Europea en ese periodo fue aportado por la economía española. La gran incógnita entre expertos e instituciones es si este impulso representa un verdadero cambio estructural o si se trata de un fenómeno excepcional y temporal. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha intervenido en el debate y considera que el papel destacado de España no es pasajero.

En su último informe, el FMI prevé que España continúe liderando el crecimiento económico europeo durante toda la década. Para 2025 estima un crecimiento del 2,5%, lo que triplica la media esperada para la UE. Posteriormente, se mantendría con tasas del 1,8% y 1,7% en los años siguientes, sin bajar del 1,6% en ningún ejercicio del periodo previsto. Mientras tanto, el resto del continente apenas avanzará entre el 1,3% y el 1,1%, situando a España como un referente constante en términos de expansión económica.

No obstante, persisten dudas sobre la sostenibilidad de este liderazgo. Lucie Barette, analista de BNP Paribas, considera que factores como los aranceles de EE. UU. y el entorno comercial inestable podrían beneficiar a España, ya que su exposición al mercado estadounidense es reducida (apenas un 1,2% del PIB depende de exportaciones a ese país) y su economía se apoya en gran medida en los servicios. Además, la entrada de fondos europeos y una política monetaria más laxa del BCE reforzarán el crecimiento, junto al dinamismo del consumo y el mercado laboral.

Para Oriol Aspachs, director de Economía Española en CaixaBank Research, es complicado separar los efectos coyunturales de los estructurales en esta recuperación. Sin embargo, destaca que factores como los menores costes energéticos, la generación de empleo en sectores más productivos y las inversiones financiadas por los fondos europeos apuntan a que parte del crecimiento es estructural, lo que refuerza las previsiones de que España seguirá superando a la media de la zona euro en los próximos años.

CaixaBank Research prevé un crecimiento promedio del 2,2% entre 2025 y 2027 para España, frente a un crecimiento medio del 1% para el conjunto de la eurozona. Además, el país podría mantenerse relativamente protegido frente a futuras tensiones comerciales, gracias a su menor exposición al mercado estadounidense.

A pesar del optimismo en torno a las cifras macroeconómicas, los expertos hacen una distinción importante: España está creciendo, pero no lo hace de forma tradicional. El modelo de crecimiento español se basa en pilares como el turismo y la inmigración, que impulsan el PIB, pero no necesariamente se reflejan en un aumento del bienestar individual. De hecho, el crecimiento del PIB per cápita ha sido limitado e incluso ha mostrado signos de estancamiento.

Uno de los factores fundamentales ha sido la llegada de población extranjera. Solo en 2024, España recibió unos 130.000 inmigrantes legales, a los que se suman casi 64.000 que entraron de forma irregular, según Interior. Esto ha sido clave para la expansión económica, como explica José Emilio Boca, investigador de Fedea, quien estima que la inmigración por sí sola añade cerca de un punto porcentual al crecimiento del PIB. También identifica el turismo y el gasto público como motores adicionales, aunque subraya que la inmigración es el factor más relevante.

María Jesús Fernández, economista senior de Funcas, coincide en señalar que el incremento de la población ha sido determinante para dinamizar el consumo, lo que a su vez ha impulsado el crecimiento. Este patrón, según los expertos, podría mantenerse a corto plazo.

No obstante, Boca advierte de que se trata de un crecimiento extensivo, basado en el aumento de la población y no en una mejora significativa de la productividad o el nivel de vida. Esta paradoja se evidencia en los datos del FMI: aunque España liderará el crecimiento del PIB, en términos de renta per cápita seguirá rezagada respecto a otras grandes economías europeas. En 2026, por ejemplo, mientras Alemania e Italia crecerán un 0,9% y Francia un 0,7%, España lo hará solo un 0,6%.

El turismo, otro pilar del crecimiento reciente, ha experimentado un auge espectacular desde la pandemia. En 2023 el sector creció un 18,7% y en 2024 se alcanzó un récord de 94 millones de visitantes, superando las cifras anteriores al COVID. Estos turistas dejaron más de 126.000 millones de euros en el país, un 16,1% más que el año anterior. Según Exceltur, el turismo representó el 26% del crecimiento del PIB en 2024, y el sector en su conjunto avanzó un 6,5%, aportando ya el 12% del PIB total.

Sin embargo, varios economistas advierten que este ritmo no puede sostenerse indefinidamente. Fernández señala que, aunque no se prevé un retroceso del turismo, sí es poco probable que siga creciendo al mismo ritmo. "No es realista esperar la llegada de 8 millones de turistas adicionales cada año, especialmente con una Europa que no crece", afirma.

Más allá del turismo, otros servicios no turísticos también han jugado un papel relevante. Sectores como la banca, la ingeniería o la construcción han mostrado un crecimiento destacado del 9% en el primer semestre de 2024. Estos sectores han contribuido positivamente a la balanza por cuenta corriente y ofrecen una vía de ingresos menos vulnerable a disputas comerciales globales. Funcas subraya que esta diversificación puede ser clave para consolidar el crecimiento futuro.

En definitiva, todo apunta a que España podría mantener un crecimiento superior a la media europea durante los próximos años. Sin embargo, se trata de una expansión basada en elementos frágiles: el aumento poblacional, el turismo y fondos europeos. Aunque estos factores funcionan ahora, su estabilidad a largo plazo no está garantizada. Además, al tratarse de un crecimiento poco intensivo, los beneficios no se traducen necesariamente en una mejora del nivel de vida. Como reflejan las previsiones del FMI, España será el país que más crezca, pero también uno de los que menos avance en términos de bienestar individual.

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