(Cinco Días, 29-05-2025) | Mercantil, civil y administrativo

La estrategia del Tesoro español se basa en evitar sobresaltos al mercado. En un contexto en el que los costes de financiación aumentan, empujados por la incertidumbre fiscal y las tensiones arancelarias, algunos gobiernos, como el de Japón o Reino Unido, están optando por reducir la emisión de deuda a largo plazo y enfocarse en vencimientos más cortos.

Esta no es, sin embargo, la dirección tomada por el organismo liderado por Paula Conthe. Gracias a la sólida confianza de los inversores en la economía española, el Tesoro Público continúa ejecutando su programa de financiación para 2025, que contempla emisiones netas por 66.000 millones de euros, de los cuales 55.000 millones se centran en títulos a medio y largo plazo. Con todas las subastas previstas para mayo ya completadas, España ha realizado este miércoles una colocación sindicada de 13.000 millones a diez años, la tercera de estas características en lo que va de año.

A diferencia de las subastas tradicionales, las emisiones sindicadas se organizan fuera del calendario habitual y se distribuyen directamente a los inversores a través de un grupo de entidades colocadoras. En esta operación han participado Barclays, BBVA, JP Morgan, Morgan Stanley, Santander y Société Générale.

Mientras crece la preocupación por el impacto del programa económico estadounidense sobre el crecimiento global y el equilibrio fiscal, la economía española continúa destacando por su solidez. Tras cerrar 2024 con un crecimiento del PIB del 3,2%, las previsiones del Ejecutivo y de organismos internacionales auguran una prolongación de esta tendencia positiva. En este contexto, el interés por la deuda española se ha disparado: la demanda inicial superaba los 65.000 millones y ha cerrado en torno a los 120.000 millones, muy cerca del récord de 139.000 millones registrado en enero. Este elevado apetito inversor ha permitido mejorar las condiciones de la emisión. El diferencial sobre el bono de referencia a 2035 se ha reducido de nueve a siete puntos básicos, abaratando así el coste de financiación.

La colocación se ha producido en un entorno de relativa calma en los mercados de deuda. La estabilidad política y económica en la eurozona está amortiguando los efectos de las políticas impulsadas desde Estados Unidos. Mientras allí crecen las preocupaciones por una posible recesión y se intensifican las dudas sobre la sostenibilidad de sus cuentas públicas, en Europa la expectativa de nuevos recortes de tipos por parte del BCE ha devuelto la tranquilidad a los inversores.

Japón, por su parte, ha empezado a recortar sus emisiones a largo plazo tras los decepcionantes resultados de una subasta a 20 años -la más baja en una década- y otra a 40 años con la menor demanda desde julio pasado. El rendimiento del bono a 2065 ha subido cinco puntos básicos, hasta el 3,335%. Aunque los analistas ven en este resultado una señal para ajustar la estrategia de financiación nipona, también destacan que la caída en la demanda se explica en parte por la volatilidad del mercado y recuerdan que el volumen de emisión no bajará hasta el mes siguiente.

Estas tensiones contrastan con la relativa calma que vive Europa. Tras superar el episodio de inestabilidad provocado por el auge proteccionista a principios de abril, la relajación del entorno comercial y el cierre de la temporada de resultados empresariales han revitalizado el mercado primario. A falta de pocos días para cerrar el mes, las emisiones en euros rozan ya los 150.000 millones, cifra a la que han contribuido no solo emisores habituales, sino también grandes corporaciones estadounidenses como Alphabet, Pfizer o McDonald's. El empuje de estas operaciones se explica por la política más acomodaticia del BCE frente a la Reserva Federal y por la abundante liquidez disponible en los mercados.

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