(El Economista, 18-07-2025) | Mercantil, civil y administrativo

Mucho se ha escrito en los últimos años sobre cómo el sur de Europa ha tomado el liderazgo del crecimiento económico en la región, siendo España el principal protagonista, al concentrar cerca del 40% del avance del PIB de la Unión Europea, impulsada por su propio dinamismo. Este cambio se explica, en gran parte, por la debilidad del modelo industrial del norte del continente, que ha sufrido un fuerte impacto desde el inicio de la guerra en Ucrania y se ha visto agravado por factores como los aranceles, el aumento de los tipos de interés y la incertidumbre global. A diferencia del norte, el sur ha estado más centrado en los servicios y el turismo, y ha recibido un impulso adicional gracias a la inmigración, los fondos europeos y una productividad en alza.

España es el ejemplo más representativo de esta transformación, con un crecimiento del 3,2% en 2024. Aunque aún mantiene una de las tasas de desempleo más altas de Europa (11,36%), también es uno de los países que más empleo está generando, lo que ha sido un motor clave para su economía. Los analistas destacan que este fenómeno está generando una especie de "tormenta perfecta" favorable a los intereses del Banco Central Europeo (BCE). Para algunos expertos, lo que está ocurriendo es una verdadera convergencia entre las economías del norte y del sur de Europa. Esto beneficia al BCE de dos maneras: en primer lugar, ayuda a contener la inflación en economías como la alemana, donde el alza de salarios representaba un importante riesgo inflacionista antes de que entraran en vigor los aranceles.

En segundo lugar, esta mayor armonía laboral contribuye a reducir uno de los grandes problemas estructurales de la eurozona: la divergencia en los costes de financiación entre países. Al acercarse las condiciones económicas entre el norte y el sur, también lo hacen sus primas de riesgo, lo que facilita una gestión más eficaz de la política monetaria común y estabiliza el sistema. La reducción de esas diferencias ayuda a que la deuda de países como España e Italia converja con la alemana, reduciendo así el riesgo de fragmentación financiera.

Esto se refleja claramente en la evolución de las primas de riesgo: en el caso de España, la diferencia respecto a los bonos alemanes se ha reducido a 62 puntos básicos, cuando antes de 2024 superaba con frecuencia los 100. Italia se sitúa ahora en los 89 puntos y Grecia, que estuvo al borde del colapso durante la crisis del euro, ha bajado hasta los 71,4 puntos.

Desde ING, sus analistas afirman que "por fin la eurozona está viviendo esa convergencia tan esperada desde hace tiempo". El banco neerlandés considera que esta alineación de las economías puede ser una de las razones que explican los actuales diferenciales de deuda pública relativamente estrechos entre los países miembros, lo que a su vez representa una ventaja clara para el BCE. En el pasado, la aplicación de una política monetaria uniforme se veía obstaculizada por las diferencias económicas internas del bloque. Ahora, con una convergencia como la actual y una política monetaria más flexible, la situación es mucho más favorable: "Esto puede aliviar la presión sobre las economías del norte, que atraviesan dificultades, sin perjudicar el crecimiento del sur", concluyen.

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