(El País, 29-12-2025) | Mercantil, civil y administrativo
Todo comenzó con una profunda desconfianza. La que compartían los hermanos Hunt -Lamar (impulsor del nombre Super Bowl, el gran campeonato de fútbol americano), Nelson y Herbert-, herederos de una enorme fortuna petrolera, fue inculcada por el patriarca familiar, receloso tanto del dinero fiduciario como del Gobierno de Estados Unidos. Su principio era claro: invertir únicamente en bienes tangibles, como el petróleo, los bienes inmuebles o los metales preciosos. Y siguieron esa máxima al pie de la letra.
Nelson Hunt, conocido como Bunker, el miembro más corpulento del clan, vio cómo su fortuna se reducía drásticamente tras la expropiación de sus yacimientos en Libia por el régimen de Muamar el Gadafi en 1969. A partir de entonces, canalizó su escepticismo hacia una apuesta masiva por un solo activo: la plata. Con el objetivo de proteger su patrimonio, él y su familia acumularon entre 1973 y 1979 cerca de 200 millones de onzas del metal, aproximadamente un tercio de la producción mundial de aquel momento. Esta estrategia disparó el precio de la plata hasta un récord histórico de 50 dólares la onza a comienzos de 1980.
Sin embargo, el mercado se desplomó con la misma rapidez con la que había subido. En pocos meses, la cotización cayó hasta alrededor de 10 dólares por onza, lo que llevó a los Hunt a la quiebra. Ese máximo no volvió a superarse hasta 45 años después. En la actualidad, la plata ha rebasado los 74 dólares por onza, acumulando una revalorización superior al 150% en menos de doce meses.
Este repunte inicial se explica, en parte, por el fuerte encarecimiento del oro, que en diciembre superó repetidamente niveles cercanos a los 4.400 dólares la onza, lo que ha convertido a la plata en una alternativa más asequible. No obstante, la demanda fundamental de ambos metales responde a una misma inquietud: la pérdida de poder adquisitivo del dinero en efectivo, el debilitamiento del dólar y una inflación persistente. A ello se suma la preocupación por el crecimiento de los déficits públicos, que ha generado tensiones en los mercados de deuda soberana.
Ante este escenario, los bancos centrales han intensificado la compra de oro y plata con el fin de diversificar sus reservas y reducir su exposición a activos denominados en dólares. Este contexto se ve reforzado por la elevada demanda procedente de China, donde el deterioro del mercado inmobiliario ha redirigido grandes volúmenes de capital hacia activos físicos considerados seguros, como los metales preciosos.
Paralelamente, existe una demanda estructural procedente del sector industrial, que absorbe más de la mitad del consumo mundial de plata. "El uso tecnológico y la transición energética, especialmente en el ámbito de la energía solar, sostienen una demanda sólida", explica Soni Kumari, analista del grupo bancario ANZ. En la misma línea, Olen Hansen, responsable de estrategia de materias primas en Saxo Bank, señala que "tras años oscilando entre su papel como metal monetario y como insumo industrial, la plata ha resuelto en 2025 esa dualidad, desempeñando ambas funciones a la vez".
El problema es que la oferta no alcanza para cubrir todas estas necesidades. El mercado de la plata acumulará en 2025 su quinto año consecutivo de déficit, una situación que, según los expertos, se prolongará también en 2026. La producción es rígida y no puede incrementarse con rapidez, ya que la mayor parte de la plata se obtiene como subproducto de la extracción de otros metales.
De hecho, entre el 70% y el 80% de la plata mundial procede de minas de plomo, zinc, cobre u oro. Además, la producción minera de plata ha caído alrededor de un 3% este año debido al escaso desarrollo de nuevos proyectos. A este escenario se suma la reciente consideración de la plata como mineral crítico por parte de Estados Unidos, lo que ha contribuido a presionar aún más los precios al alza.
"Se ha intensificado el traslado de plata hacia Estados Unidos ante la expectativa de que se impongan aranceles el próximo año", señala Hansen. La incertidumbre en torno a posibles impuestos aduaneros ha provocado un importante flujo de metal desde Londres -principal centro de negociación- hacia territorio estadounidense, reduciendo de forma inédita las reservas almacenadas en la capital británica, explica Ewa Manthey, analista de materias primas en ING.
Esta distorsión se refleja en el mercado de futuros: durante gran parte del año, los contratos negociados en la bolsa Comex de Nueva York han cotizado a precios superiores a los de Londres. Como consecuencia, las existencias físicas en las bóvedas londinenses han disminuido notablemente. "Esto ha generado tensiones en otras regiones; por ejemplo, las reservas asociadas a la Bolsa de Futuros de Shanghái han caído a su nivel más bajo en casi diez años, y parte del metal se ha enviado a Londres para aliviar la presión", añade Manthey.
En este contexto de escasez física y déficits persistentes, la demanda de inversión ha tenido un impacto significativo. Al tratarse de un activo especulativo, muchos inversores no quieren quedarse al margen del movimiento. Prueba de ello es que los fondos cotizados respaldados por plata han registrado las mayores entradas de capital en los últimos tres años. "Una parte de esta demanda responde a una estrategia de 'yo también', similar a la observada en el oro", apunta Neal Brewster, analista de Elementary Economics, quien destaca que la mayoría de estos inversores son minoristas. "Por ahora, los grandes inversores institucionales siguen priorizando el oro como principal activo", añade Hansen.
Esta combinación de factores, junto con un volumen de negociación en la plata entre ocho y diez veces inferior al del oro, seguirá generando episodios de elevada volatilidad. Así, pequeños movimientos en el precio del oro pueden provocar oscilaciones mucho más intensas en la plata. "No en vano se la conoce como el 'oro con esteroides', ya que su volatilidad porcentual suele ser mucho mayor", señala Manthey. "Eso la hace más sensible al ciclo económico: puede superar ampliamente al oro en fases alcistas, pero también sufrir caídas más pronunciadas en escenarios de recesión".
De cara a 2026, las perspectivas apuntan a que los precios se mantendrán elevados, especialmente si la Reserva Federal continúa reduciendo los tipos de interés. "Una política monetaria más laxa reduce el coste de mantener posiciones en oro y plata y suele debilitar el dólar. Cuando la divisa pierde valor, aumenta la demanda de inversión en estos metales", concluye Kumari, de ANZ.