(El Economista, 05-09-2025) | Laboral
España registró 1,04 millones de contratos el pasado mes de agosto. Sin embargo, las colocaciones, es decir, los puestos que fueron cubiertos por un trabajador contratado, ascendieron a 1,29 millones, según las estadísticas publicadas por el Servicio Público de Empleo Estatal. Esto supone que una diferencia del 24,78%, que contrasta con el 4,7% registrado en el mismo periodo de 2021 o el 0,5% registrado en agosto de 2019. Lo ocurrido el pasado mes no es un caso aislado. De hecho, la media anual de 2024 de esta brecha ascendió al 25%, cuando antes de la reforma laboral se acercaba al 0%.
El pasado año se registraron 19,3 millones de colocaciones para 15,4 millones de contratos. Es decir, una diferencia de 3,9 millones, que además sorprende porque es el primer ejercicio en el que las colocaciones subieron (un 3,5%) pese a que los contratos se reducen (un 0,16%). Y 2025 parece ir en la misma dirección.
La explicación del fenómeno parece apuntar a los fijos discontinuos, trabajadores indefinidos pero ligados a actividades estacionales, que encadenan periodos de actividad e inactividad sin que media un nuevo contrato. Un tipo de volatilidad laboral que se ha disparado desde la reforma laboral, impulsada entre otros factores por el cho de que la legislación permite ahora hacer este tipo de contratos para los trabajadores que pone a disposición de sus clientes.
Las discrepancias no se limitan solo a las cifras, sino que también se extiende a los tipos de empleo: mientras que el contrato más habitual es en la hostelería, con 180.000 contratos al mes (lo que supone un 17,25% del total de los firmados en agosto), entre las colocaciones se imponen las actividades administrativas y servicios auxiliares, con más de 425.000 (un 32% del total). Hablamos de actividades que requieren baja cualificación y ofrecen salarios menores, como las de limpieza, y en las que la duración de los puestos es muy breve, por lo que suelen cubrirse, precisamente, mediante ETT o subcontratas.
Los datos vuelven a arrojar preguntas sobre la evolución del mercado laboral tras la reforma laboral y su traslación a las estadísticas. Que el SEPE detecte dos de cada diez nuevos puestos de trabajo cubierto por un asalariado no se corresponde a un contrato es algo inédito en la serie histórica. Las colocaciones son una métrica ignorada en el análisis del mercado laboral, ya que se da por hecho que coinciden con la cifra de contratos, pero esto no es así, tal y como recuerda el SEPE en sus notas metodológicas a las estadísticas de empleo:
"Aunque el número de colocaciones está ligado al número de contratos no existe una correspondencia uno a uno. Los contratos se contabilizan estadísticamente el mes que son introducidos en el sistema informático y las colocaciones en el mes que se inicia dicha colocación, o en el de grabación en el sistema informático si ésta se produce después de la fecha real de la colocación". Según esta definición, conviene recalcar que las colocaciones no incluyen a los autónomos.
Esta complejidad del registro, que refleja ciertas trabas burocráticas, hace que, para medir las incorporaciones al empleo, los expertos se fijen en los datos de alta de afiliación al Régimen general de Seguridad Social, mucho más ágiles porque el registro es inmediato. Eso sí, no son comparables porque se incluyen supuestos que no se deben a la incorporación a un nuevo puesto, como puede ser la recuperación tras una incapacidad temporal. En todo caso, en agosto sumaron 1,52 millones, una cifra mucho más cerca a la de las colocaciones que a la de los contratos.
¿Para qué sirven las cifras de colocaciones? Habitualmente se utilizan para estimar cuántos de esos puestos son cubiertos por parados y demandantes de empleo, cuántas lo han sido gracias a una oferta gestionada por las oficinas de empleo y cuántas proceden de otros supuestos. Es decir, es un indicador de la eficacia de las políticas activas de empleo. El 53,7% de las colocaciones del pasado mes de agosto correspondían a personas inscritas como demandantes de empleo, pero solo un 1,89% se logró por intermediación directa de estos servicios, cuya competencia recae en las comunidades autónomas.
Pero la discrepancia con los contratos obliga a replantear este enfoque. Sobre todo porque, a diferencia de lo que ocurre con los datos de altas de Seguridad Social, hablamos de unas cifras recopiladas por el mismo organismo y con una metodología comparable.
En un mercado laboral históricamente marcado por la volatilidad de los contratos, la diferencia con las colocaciones tiene lógica: muchas incorporaciones se producen después de la notificación de la firma a los servicios públicos de empleo. Ello explica que esta brecha sea negativa, es decir, que en un mes haya más contratos que colocaciones. Más difícil de explicar es que ocurra lo contrario, que haya más colocaciones que contratos, aunque puede responder a las campañas de contratación, a sectores que recuperan la actividad tras una crisis y reincorporan a trabajadores afectados por un ERTE, o a los fijos discontinuos.
Además, los datos muestran una abultada estacionalidad. Si, como decíamos, en agosto de 2021 se registró una brecha positiva del 4,5% de colocaciones sobre contratos, algo que se puede explicar por los trabajadores en ERTE que se reincorporaron en unos meses en los que la pandemia empezaba a remitir, en la media anual fue negativa en un 0,6%.
Históricamente, los únicos ejercicios con brecha positiva fueron 2013, 2014 (cuando s alcanzó un 'récord' de un 2% más de colocaciones que de contratos), 2015, 2016, 2017 y 2020, todos marcados por distorsiones del mercado laboral en el que, además, sectores más volátiles como el turismo 8o los servicios auxiliares en 2020) cobraron protagonismo. De paso, elevaron notablemente el número de contratos, aunque nueve de cada diez eran temporales.